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Como cada septiembre llega el otoño y con ello el periodo de aguas bajas en los ríos de Cantabria. Este es el momento ideal en el que desde Red Cambera ejecutamos los trabajos de demolición de azudes para aumentar la conectividad fluvial. Unas actuaciones que, además de muy necesarias para mejorar el estado de conservación de los ríos y las especies que los habitan (conviene recordar que los ríos europeos son los más fragmentados del mundo como demuestra un estudio publicado en Nature), son muy visuales y tienen gran repercusión mediática.

Estos años de experiencia nos han enseñado que no solo se trata de demoler físicamente obstáculos del río, sino que existen otras barreras a derribar como el desconocimiento, la desinformación o incluso las falsas ideas arraigadas. 

Se habla mucho de azudes y de presas, y en ocasiones se vinculan con la escasez de agua, y de ahí surgen ideas contrarias a la demolición. Nada más lejos de la realidad. La gran mayoría de demoliciones se llevan a cabo en azudes, que no son más que pequeñas estructuras transversales que no sirven ni para acumular agua ni para regular el caudal, como sí pueden hacer las presas. Además solo se actúa en aquellas que están en desuso y sin concesión de explotación. Incluso algunos hablan de “tirar agua al mar”, lo cual es una percepción tan incorrecta del ciclo hidrológico que no sabríamos por dónde empezar a explicar que a los ríos hay que dejarles desembocar y con la menor intervención humana posible.

Por cuestiones como estas, entendemos que los procesos de los derribos deben ser mejorados y enriquecidos a través de la información, la sensibilización y la participación ciudadana. Gracias a este desarrollo buscamos el fomento del diálogo sobre la importancia de la conectividad fluvial así como ampliar el conocimiento y conocer el grado de aceptación de estas actuaciones en el territorio. Para enfrentarnos a este reto es fundamental integrar el conocimiento científico con la visión social para capacitar a la ciudadanía en la toma de decisiones sobre nuestro patrimonio común.

No nos queda otra que insistir en permeabilizar los obstáculos para dejar fluir los ríos libremente y, del mismo modo, permeabilizar las mentes de las personas para comprender y aceptar estas actuaciones de conservación.