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En una realidad cada vez más exigente, a nivel individual y social, el tiempo se está convirtiendo en un preciado bien. En este contexto, muchas veces nos vemos arrastrados por un frenético día a día donde la pausa, si la hay, es breve o incluso fugaz. En esta vorágine, el tiempo se nos escapa en el trabajo, o en su búsqueda, en nuestras rutinas o en nuevas distracciones.

Por eso cada segundo que una persona dedica a participar en actividades de estudio o conservación, nos hace sentirnos responsables de él. En cierto modo, ese tiempo no lo podemos considerar un regalo, si no una inversión en lo común y, como tal, es nuestro deber devolverlo a la ciudadanía. Este intercambio no siempre puede ser inmediato y los frutos, a veces, tardan tiempo en poder ser recogidos. Como toda acción que se desarrolla en la naturaleza el tiempo es un aliado si se tiene la suficiente confianza y paciencia.

En este proceso, si además el tiempo es compartido, su valor puede verse multiplicado. Por eso nos seguimos empeñando en crear espacios comunes, en desarrollar ideas donde poder pensar juntos y juntas para construir iniciativas comunes. También en unirnos a través de acuerdos y alianzas para desarrollar procesos donde se facilite esa inteligencia colectiva con la que podamos generar una sociedad más abierta, inclusiva y justa.