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Actividad

Custodia agraria: conservar cultivando

La custodia del territorio es una herramienta de conservación de los valores patrimoniales de determinadas áreas basándose en la colaboración voluntaria de sus propietarios (públicos o privados) y de entidades de custodia (asociaciones, fundaciones y ONGs). Desde este punto de vista la custodia agraria supone una estrategia de conservación basada en la adecuada explotación de los sistemas agro-ganaderos (los llamaremos agroecosistemas), bajo un prisma de alianza entre agricultores, ganaderos y entidades conservacionistas.
En los agroecosistemas podemos reconocer dos componentes diferentes de la biodiversidad: la ‘planificada’, relativa al propio cultivo y/o ganado seleccionado intencionadamente (p.ej. vacas versus ovejas; judías versus zanahorias); y la ‘asociada’, que incluye todas las especies de flora y fauna que lo colonizan desde las áreas naturales donde se ubican, cuyas capacidades para medrar dependen de la gestión y características estructurales del propio agroecosistema.
Por ello, el papel que las entidades de custodia del territorio han de jugar en esta amplia estrategia de conservación pasa, en  primer lugar, por conocer – de manera conjunta con agricultores y ganaderos – los valores patrimoniales (culturales, naturales, sociales, paisajísticos…) y su problemática asociada. Con esta información primordial las entidades de custodia deberían  ofrecer su asesoramiento técnico y apoyo social, para que los agroecosistemas sean compatibles con la conservación de estos valores garantizando, incluso mejorando, su viabilidad económica: esto es, avanzar hacia la tan manida sostenibilidad.
Está demostrado que la fauna asociada a los agroecosistemas juega un papel relevante en la lucha ecológica contra plagas, en la prevención de incendios forestales, o en la polinización de cultivos. Así su presencia es totalmente complementaria con las actividades agrícolas y/o ganaderas tradicionales, y tiene una repercusión positiva no sólo en la conservación de la biodiversidad y el paisaje, sino que además mejoran la rentabilidad de las explotaciones.
La alternativa biológica a los fitosanitarios químicos en la lucha contra plagas son los murciélagos insectívoros y artrópodos depredadores (como algunas especies de escarabajos contra la cochinilla); la restauración de charcas y habilitación de abrevaderos que sirvan de puntos de reproducción de anfibios, reduciría la abundancia de insectos perjudiciales en los agroecosistemas; la protección de cultivos mediante la creación de setos vivos de arbustos autóctonos y la restauración de los tradicionales muros de piedra en seco, para dar cobijo a comadrejas, zorros o garduñas, fieles aliados en la lucha del agricultor contra los micromamíferos, y a zorzales, entre otras muchas especies de aves, para que busquen protección y vigilen nuestros cultivos, pueden mejorar el hábitat de otras especies con un estatus de conservación delicado; esto es, incrementando la biodiversidad asociada al agroecosistema.
Si hablamos además de gestión ganadera y forestal, el uso de ganado menor (ovino y caprino) es un aliado eficaz contra los incendios forestales (intencionados o no) mediante el pastoreo selectivo de brañas y montes, además de ser una herramienta eficaz contra la proliferación de la ‘lecherina’. El ganado mayor (vacuno y equino), por su parte, contribuye significativamente a mantener el paisaje agro-ganadero cantábrico. Y no se debe olvidar el papel que los apicultores, y sus abejas, juegan en la polinización de cultivos y multitud de especies de flora, o del papel que las numerosas cabañas pasiegas pueden jugar como puntos de reproducción de murciélagos.
En Europa, incluidos algunos ejemplos ibéricos, existen ya multitud de casos de cómo estas alianzas para la conservación no sólo repercuten positivamente en la conservación de la biodiversidad y el paisaje, sino que aportan un valor añadido de calidad al producto agro-ganadero, lo que supone un hecho diferencial en el producto final a la hora de ser elegido por el consumidor.
En resumen una alianza entre agricultores, ganaderos y entidades conservacionistas basada en la confianza y el trabajo mutuo, contribuiría notablemente a un modelo de gestión conjunta dirigido a la conservación de la naturaleza y del paisaje, a la mejora de la calidad alimentaria de los productos agro-ganaderos y su respectiva etiqueta diferenciadora que ayude a su comercialización en condiciones ventajosas. Por último, aunque de importancia crucial, potenciará la dignificación y reconocimiento del trabajo del ganadero y del agricultor que, como actores principales del medio rural, son los mayores contribuidores a la conservación de la biodiversidad. Como asociación, estamos en la cambera hacia la custodia de los agroecosistemas.