Por todo el planeta están presentes los grandes carnívoros. Algunas de estas especies se encuentran entre las más admiradas por el ser humano y, paradójicamente, son de las más amenazadas por esa misma sociedad. Que presenten una abundancia escasa es por una parte natural, pues ocupan las posiciones más altas en las cadenas tróficas. No obstante, muchas de ellas han sufrido acusados descensos poblaciones y una reducción generalizada en sus rangos de distribución en los dos últimos siglos. Debido a sus elevadas demandas energéticas asociadas con el mantenimiento de la temperatura corporal y su gran tamaño, estas especies suelen requerir a su vez de la existencia de presas grandes distribuidas por hábitats extensos. Este hecho les sitúa en el punto de mira de muchos conflictos (entendido el término como ‘problemas’ para el hombre) con los humanos y su ganado. Unido a la intolerancia humana, esto se traduce en una vulnerabilidad generalizada a la extinción a escala global.A escala local, muchos de los grandes carnívoroshan sido extirpados o están amenazados de serlo, por persecución directa, por pérdida o degradación de sus hábitats, o también por utilización y consumo de sus presas, reduciendo y atomizando cada vez más su área de distribución.
Los grandes carnívoros proporcionan servicios ecosistémicos clave, principalmente mediante procesos de regulación de las poblaciones-presa, que a su vez afectan a otros ecosistemas y procesos, como alimento para especies carroñeras, dinámicas de enfermedades infecciosas, morfología de cuencas o producción de cultivos. Veamos algunos ejemplos. Recientemente, muchos de vosotros seguro habéis tenido acceso al video donde se documenta el efecto en cascada de la reintroducción del lobo gris Canis lupus en Yellowstone sobre la morfología del paisaje en norte América, mediante la regulación de las poblaciones de ciervos Cervus spp. que habían crecido de forma desmedida tras la extirpación del lobo a principios del s. XX. De forma increíble, una manada de lobos ha sido capaz de cambiar el curso de un río en únicamente 20 años. En otros ambientes, por ejemplo en la costa, las nutrias marinas Enhydra lutris limitan el crecimiento de las poblaciones de erizos marinos que, a su vez, son los responsables de la regulación de la abundancia y distribución de los bosques de kelp y otras macroalgas en muchos ecosistemas costeros. La extirpación y recuperación de las poblaciones de nutrias marinas provocan efectos determinantes en estos ecosistemas costeros a través de tres mecanismos básicos: la creación de hábitats biogénicos (los propios bosques de kelp), el aumento de la producción primaria (derivados del incremento fotosintético en estos bosques submarinos) y la influencia de estos bosques en la amortiguación del oleaje y las corrientes en la costa.
Esta probada función reguladora en los ecosistemas es el argumento ecológico principal para promover la conservación de los grandes carnívoros. Basados en estudios empíricos, según un reciente artículo publicado en Science, Ripple y otros 14 autores documentan efectos tróficos en cascada relacionados con las abundancias relativas en los ecosistemas donde habitan 7 de estas especies: lobo gris, lince boreal Lynx lynx, puma Puma concolor, nutria marina, león Panthera leo, leopardo Panthera pardus y dingo Canis dingo. A pesar de ello, según el citado artículo en la actualidad únicamente sobreviven en el planeta 31 especiesde grandes carnívoros terrestres (mayores de 15 kg), aunque la mayoría (19) presenta un estatus de conservación nivel global de Vulnerable (10), Amenazada (8) o En Peligro Crítico (1). Y peor aún, se desconoce cuál o cuáles son los efectos determinantes de la extirpación local de las otras 24 especies de los ecosistemas donde habitan.
La cantábrica es el único territorio en la Europa Occidental donde aún coexisten dos de estas especies: el lobo ibérico y el oso pardo. No obstante, ambas poblaciones se encuentran aisladas, como ya hemos señalado tras un proceso similar al sufrido por la mayoría de los grandes carnívoros. Como no podía ser de otro modo (bueno, de hecho SÍ podría serlo) la existencia de ambas especies provoca conflictos (término humano) en los territorios donde habitan, en particular, como bien conocemos, el primero. De hecho uno de los mayores retos del presente es encontrar soluciones creativas para poder mantener poblaciones viables de ambas especies enmarcados en usos alternativos del territorio. Por ello, su conservación debería ser afrontada desde dos flancos: (i) por un lado, incrementar el reconocimiento y atraer el foco en conservar todo el espectro de los efectos potenciales que aportan los grandes carnívoros porque ello derivaría en una mayor biodiversidad, así como en beneficios sociales y económicos; (ii) por el otro, el reconocimiento del valor intrínseco de estas especies. Tras 40 años de historia,el campo de la ética ambiental tiene razonamientos rigurosos y sistemáticos para valorar las especies y la naturaleza por sí mismas. ¿O el lobo no cuenta?.
La conservación del lobo y el oso en la cantábrica parece estar íntimamente ligada a la capacidad de toda la sociedad, especialmente los habitantes de las zonas rurales, de ser exitosos explicando con pruebas (por ejemplo, el video anteriormente citado) a sus vecinos de que muchos de los desequilibrios que se observan en la actualidad en la naturaleza se compensarían a medio plazo (20-30 años) si consiguiéramos armonizar la presencia de poblaciones saludables de grandes carnívoros. A ello debería seguirle políticas decididas y efectivas, empezando por extirpar perros asilvestrados de los territorios de coexistencia, para luego aplicar rigurosamente y con celeridad los fondos de compensación necesarios a ganaderos afectados. ¿Aceptamos el reto?.
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REFERENCIA
Ripple WJet al. 2014.Status and ecological effects of the world’s largest carnivores. Science 343: 1241484.