Asistimos, entre la incredulidad y la indignación, cómo el renacer propio de la primavera se ha visto ensombrecido por el estallido de una nueva guerra en las puertas de Europa. Aún con la crisis sanitaria marcando el ritmo de nuestras vidas, dos años después, nos preparamos para la llegada de otro momento crítico.
En medio de esta vorágine de pésimas noticias, el IPCC, el grupo de expertos sobre cambio climático, ha publicado un nuevo informe en el que vuelve a alertarnos de la necesidad de una acción urgente y coordinada. En esta nueva publicación, se hace hincapié en la relación entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad hasta tal punto que ambos problemas, llega a concluir, no pueden abordarse por separado.
La transición hacia un nuevo modelo energético ahora se percibe como urgente. Ha tenido que llegar la guerra para acelerar este cambio. Todas las advertencias de la comunidad científica durante los últimos años han sido ignoradas, o ralentizadas, y los cambios demandados no se han producido. Muchos colectivos nos preguntamos ¿nuestro mensaje está llegando? ¿Cuál debería ser nuestro papel si a las personas que más tiempo y esfuerzos dedican a alertarnos sobre el cambio en nuestro modo de vida no se les escucha?
Aunque en este momento tenemos más preguntas que respuestas, nos reafirmamos en seguir creyendo en el poder de lo colectivo. Porque si no fueras así, abandonaríamos lo que hacemos y en lo que creemos. El valor del común, frente a lo individual, es lo que tratamos de fomentar desde que nacimos como colectivo. Ahora, más que nunca, reivindicamos esa fuerza comunitaria para conquistar nuevos espacios, ideas o procesos. Lo que hemos aprendido en más de una década de vida es a caminar, juntas y juntos, para unir esfuerzos, compartir ilusiones y abordar nuevas ideas. También a construir puentes, a escuchar, a ponerse en el lugar del otro y alcanzar acuerdos.
Mientras la primavera avanza, volveremos a acudir a la naturaleza como refugio, abrigo e inspiración. Allí nos encontraremos.