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Actividad

Respeto a los ancianos

Los árboles viejos se encuentran entre los organismos más grandes de la tierra. Representan estructuras claves en bosques, sabanas, paisajes agrícolas y áreas urbanas, jugando un papel ecológico único que no puede ser suplantado por árboles más jóvenes. Por ejemplo, proporcionan cavidades para anidar o reposar para más del 30% de las especies de vertebrados en algunos ecosistemas. También almacenan grandes cantidades de carbono, crean distintos microambientes caracterizados por elevados niveles de nutrientes en los suelos y una gran riqueza de plantas, juegan un papel crucial en el régimen hidrológico local y proporcionan abundante alimento para numerosos animales en forma de frutos, flores, hojas y néctar. En paisajes agrícolas estos árboles pueden ser puntos focales para la restauración de la vegetación, facilitando la conectividad en el ecosistema mediante la atracción de dispersores móviles de semillas y polinizadores (básicamente insectos y aves), funcionando además como elementos cruciales para multitud de animales.
Sin embargo, las poblaciones de árboles viejos se están viendo reducidas dramáticamente en muchas partes del mundo, lo que representa implicaciones notables para la integridad y biodiversidad de los ecosistemas. En California, Costa Rica o España las poblaciones de árboles viejos han caído en picado en paisajes intensivamente utilizados para pastos, y las predicciones apuntan a una total desaparición de estos ejemplares en 90-180 años. Los pequeños y jóvenes árboles no pueden proporcionar la mayor parte de estas funciones ecológicas que desarrollan los árboles viejos. Por ejemplo, éstos continúan desarrollando un papel clave por décadas o incluso siglos después de su muerte, convirtiéndose en grandes estructuras de pié o como troncos en el suelo. Así, la pérdida de árboles viejos representa una amenaza para la integridad de los ecosistemas a escala global.
Afortunadamente no todos los ecosistemas están perdiendo estos árboles. La elevada tasa de crecimiento de la vegetación en los bosques tropicales, posiblemente en respuesta a los incrementos en la concentración de anhídrido carbónico en la atmósfera, podría resultar en mayores números de árboles viejos, al menos en donde estos bosques no soporten otras perturbaciones humanas. Así, los árboles viejos son más propensos a persistir en áreas concretas de los paisajes como pueden ser las zonas de reserva donde no se permite el paso ni la extracción de recursos naturales, eliminando así toda fuente de perturbación no natural al ecosistema. De este modo, la extracción de madera en paisajes manejados podría concentrarse donde estos árboles viejos son menos propensos a persistir o desarrollarse. Además el mantenimiento de una adecuada estructura poblacional de edades en los bosques gestionados puede ayudar a garantizar la existencia perpetua de árboles viejos. Ello requiere de políticas y prácticas de gestión que intencionadamente permitan crecer a estos árboles reduciendo su tasa de mortalidad.
Al igual que los grandes animales, como elefantes, tigres y ballenas, han visto reducidas drásticamente sus poblaciones en muchas partes del mundo, hay una evidencia creciente que sugiere que los grandes y viejos árboles pueden estar igualmente en peligro. Se torna necesario así poner en marcha proyectos de investigación dirigidos a mejorar el conocimiento de sus principales amenazas y desarrollar estrategias para tratar de contrarrestarlas. Sin estas iniciativas, estos organismos icónicos y la multitud de especies que dependen de ellos podrían perderse o ver notablemente disminuidas sus poblaciones.
En Cantabria tenemos la suerte de contar con ciertos bosques que cuentan aún con varios seres vivos que encajarían dentro de la categoría de árboles viejos, además de algunos de los 214 árboles o arboledas catalogados como Árboles Singulares. ¡Respeto a los ancianos!