El 13 de noviembre de 2002 el hundimiento del petrolero Prestige originó la mayor catástrofe ambiental de nuestro país. Dos décadas después, otra marea negra, amenaza a nuestra sociedad.
El discurso de la ultraderecha estaba confinado hasta hace diez años como lo estaba el fuel en los tanques del Prestige. Allí, en su interior, estaba controlado y solo, de vez en cuando, había pequeñas fugas. Pero el barco se partió y ese crudo comenzó a salir. Empezó por impregnar con su discurso populista y fácil de digerir a una parte de la sociedad. Algunos medios amplificaron su alcance y la mancha se fue extendiendo, calando cada vez más. De manera más reciente, tras las últimas elecciones municipales y autonómicas, la mancha comenzará a contaminar también a las instituciones.
Como el fuel que llegaba a nuestras costas cantábricas, una parte del chapapote quedará para siempre impregnado en las rocas y en los fondos marinos. Permanecerá allí durante años, pero asumimos que conviviremos con ello y ya no invertimos nuestra energía en eliminarlo. De igual manera, pensamos que debemos dedicar nuestros esfuerzos no en convencer a los que niegan una realidad y siembran odio, sino en generar alianzas para multiplicar esfuerzos, en proponer espacios de encuentro que unan y no separen.
De aquella catástrofe surgió un movimiento social como Nunca Máis, ejemplo de movilización ante la adversidad y de lucha por la dignidad. Y en este contexto de avance de la ultraderecha como una mancha que tiene a contaminarlo todo a su paso, es obligatorio actuar. Desde una asociación como Red Cambera continuaremos tratando de promover una cultura democrática constante y duradera, de favorecer la pertenencia a colectivos, de integrarnos en la gestión de barrios y pueblos. De aprender a no delegar todas nuestras decisiones en unas instituciones que nunca van a llegar a resolver por sí solas los problemas de este momento o los de mañana, más aún si están contaminadas de carga reaccionaria.