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En muchos aspectos nuestra sociedad parece estar retrocediendo décadas en los últimos años. De ello tampoco se ha librado el medio ambiente y, en concreto, una especie: el lobo (Canis lupus). Parece así que actualmente retornamos a los tiempos de la Junta de Extinción de Alimañas, que ya parecían remotos, donde se perseguía a la especie indiscriminadamente y con cualquier medio. Desgraciadamente el presente nos devuelve a la realidad de que aún queda mucho por hacer en materia de conservación.
El lobo es una especie considerada de “De interés especial” a nivel de la Unión Europea y catalogada como “Casi amenazada” en el Libro Rojo de los Mamíferos de España. A pesar de que el último censo poblacional de esta especie en España data ya de 1998 y, por lo tanto en la actualidad se desconoce la población real, se está realizando sobre ella una importante persecución, totalmente injustificada, en términos tanto de gestión como de conservación y sin ningún criterio o base científica.
Por poner algún ejemplo, en Ávila se ha declarado a la provincia “zona libre de lobos”. En Euskadi no queda en la actualidad ningún grupo reproductor tras una constante y dilatada persecución. Desde el sur peninsular no llegan tampoco buenas noticias, a pesar de ser especie protegida al sur del río Duero y así el lobo parece estar prácticamente desaparecido de Sierra Morena, algo que ya sucedió hace años en Extremadura.
Desgraciadamente no son los únicos ejemplos de mala o nula gestión en pro de su conservación. En Castilla y León se han asignado unos cupos por provincias y comarcas, para extraer ejemplares de una población totalmente desconocida y por lo tanto, nuevamente sin ningún rigor científico. Algo similar ocurre en Asturias, donde se han matando incluso camadas enteras.
Cantabria no es la excepción a estos episodios y a lo largo de este año hemos asistido a batidas en pleno período reproductor, a controles continuados por parte de la guardería de la propia administración, a la muerte de ejemplares en batidas de jabalí y recientemente a un lamentable episodio de furtivismo en dos de estas batidas, donde se mataron tres y seis lobos respectivamente, cuando únicamente se puede cazar un ejemplar por cacería. Todo un grupo familiar exterminado a las puertas de un Parque Nacional, donde tampoco parece que tiene cabida la especie.
Sólo en el período de septiembre a enero, en la Reserva Regional de Caza de Saja, en el transcurso de estas batidas de jabalí se han abatido ya al menos 19 ejemplares, sumando los capturados de manera legal (12) e ilegal (7).
Debido a esta desproporcionada persecución se están perdiendo grupos reproductores enteros, algo especialmente grave en Liébana, donde desde Piedrasluengas hasta Fuente Dé, según nuestros datos, ya no queda ningún grupo familiar, cuando hasta hace pocos años había tres. Estamos hablando del corazón de la Cordillera Cantábrica, de una zona protegida con diversas figuras de protección nacionales y europeas, como son Parque Nacional, ZEPA o LIC. Si el lobo no puede vivir aquí ¿dónde puede hacerlo?.
Solicitamos desde nuestro colectivo una rectificación por parte de la administración a esta desmesurada e injustificada presión sobre la especie, realizándose en primer lugar un censo que permita conocer la población real existente y sobre él realizar una gestión consensuada y con una base científica, no a la medida de determinados colectivos. Una gestión donde si hay que eliminar algún ejemplar por daños reiterados, se haga por parte de la propia guardería, no por cazadores o ganaderos en batidas de jabalí, sin control alguno, y en la mayor parte de los casos, sin que estos lobos abatidos hayan producido daños graves a la ganadería.